La
tercera edad es uno de los grupos más expuestos a la depresión, se estima que
los mayores de 60 años tienen cuatro veces más posibilidades de sufrirla que el
resto de la población. Es, junto con las
demencias, la patología de mayor prevalencia en los ancianos y supone un
importante reto y motivo de preocupación en la sociedad actual. Sus principales
síntomas son un sentimiento fuerte de tristeza, vacío o insensibilidad, pérdida
de ilusión o interés por actividades que antes motivaban, pesimismo,
desesperanza, disminución o aumento del sueño y del apetito, inactividad,
incapacidad para disfrutar de las cosas y sensación de pérdida de energía y
cansancio.
Estos síntomas llevan al paciente a sufrir falta de confianza en sí mismo, pérdida de sentido a la vida, sentimiento de indefensión e inutilidad, baja autoestima, indecisión e inseguridad ante las tareas, irritabilidad, mal humor, aislamiento social e ideaciones de muerte o suicidio.
La depresión es uno de los principales problemas de salud a los que tienen que hacer frente las personas mayores. Con frecuencia, la depresión no es reconocida, diagnosticada ni tratada adecuadamente, debido a que en muchas ocasiones los síntomas depresivos son interpretados como algo normal asociado al envejecimiento, tanto por los propios afectados como por el resto de la sociedad, cuando éste se percibe como una etapa pasiva de pérdida, inactividad y deterioro.
Tanto
el deterioro cognitivo como los trastornos del estado de ánimo, tan prevalentes
en nuestros mayores, merman significativamente su autopercepción de eficacia,
su autonomía y en definitiva, su calidad de vida, siendo relevante una
detección precoz para poder accionar con los tratamientos de los que hoy se
dispone.
No hay comentarios:
Publicar un comentario