Por funciones ejecutivas entendemos el conjunto de capacidades que
hacen que un pensamiento (una idea) se
convierta en una acción eficaz. Cuando queremos llevar a cabo una actuación
dirigida al logro de un objetivo, necesitamos poner en marcha diversas
estrategias, que forman esto que llamamos funciones ejecutivas. Dichas acciones son:
Planificar y
organizar la conducta y conocer las secuencias necesarias para lograr el
objetivo.
Realizar
la selección de objetivos adecuados
Decidir qué
acciones se van a llevar a cabo y cuáles no.
Valorar las
consecuencias que esas acciones pueden traer consigo.
Autorregular
nuestras emociones.
Corregir
posibles errores.
Prever cambio
de acciones o de metas si surgen imprevistos.
Valorar el
cumplimiento de metas.
Pues bien,
todas estas capacidades de planificación, organización, toma y cambio de
decisiones, creación de alternativas, solución de problemas, valoración de los
logros, etc, se realiza gracias a esa especie de “director de orquesta” situado
en los lóbulos frontales de nuestro cerebro que dirige nuestro intelecto y nos
permite realizar acciones destinadas a conseguir metas.
Vamos a poner
un ejemplo práctico para comprender mejor estas funciones: para toda tarea que
realizamos se necesita antes una preparación o acciones previas, hasta para
preparar un simple cocido necesitamos primero realizar una serie de pasos, como
conocer los ingredientes, ir comprarlos al sitio adecuado, saber las cantidades
o proporciones, poner los garbanzos en remojo la noche anterior…Luego, cuando
nos ponemos a cocinar el cocido pueden surgir inconvenientes, como que se nos
acabe el gas de la bombona o que hayamos
olvidado ponerlos en remojo. En estos casos tenemos que pensar en las
alternativas que tenemos y elegir la que consideremos mejor. Tenemos así mismo
que regular nuestras emociones y contenerlas. Por último, cuando nos comemos el cocido,
valoramos si nos ha salido bueno y si no ha sido así, tratamos de averiguar qué
ha fallado para corregir el error en la próxima ocasión.
Sin reparar
en ello la mayoría de las veces, nos
pasamos la vida planificando, secuenciando acciones, valorando consecuencias o
alternativas, resolviendo problemas y tomando decisiones a cada momento gracias
al funcionamiento de nuestros lóbulos frontales.
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